Este artículo intenta justificar que la interacción lingüística escolar, más allá de ser tomada como una actividad compartida que busca la adquisición, por parte del alumno, del conocimiento y la cultura, no es un hecho unilateral, sino un proceso que pasa por la interacción conjunta entre profesores y alumnos. De modo que este proceso depende mucho de la formación del docente en habilidades discursivas y psicolingüísticas. En efecto, la adquisición de habilidades discursivas psicolingüísiticas pueden permitir a los docentes, entre otras cosas: comunicar y compartir objetivos; dirigir, guiar y acompañar la acción formadora del educando; ayudar a mediar, negociar y transmitir el conocimiento; provocar y guiar las discusiones que favorezcan aprendizajes significativos; relacionar el pensamiento con la acción y así consolidar experiencias compartidas; explicitar y hacer consciente los procesos de aprendizaje (metacognición); resolver malentendidos; y en fin, transmitir valores.