La escuela podría constituirse en un espacio de definición de política educacional, si lograra intensificar el uso de los recursos de decisión con que cuenta. Esta posibilidad le permitiría dejar de ser un centro burocrático, para constituir un centro en el cual el poder de decisión circule horizontalmente, a través de procesos de participación, mediante los cuales se articule la acción colectiva, para lograr transitar el camino de una autonomía relativa en todos los ámbitos de la vida escolar, a una autonomía más radical. Esta situación podría ser posible siempre que, en los sujetos que conforman la organización, predomine un interés emancipador y el ejercicio de la acción comunicativa.