Los sistemas educativos han ido incorporando, cada vez con mayor frecuencia, el modelo curricular basado en el desarrollo de competencias profesionales; situación aún más clara en el nivel de la formación inicial de profesores. No obstante, algunos centros han implementado dicha orientación de una forma bastante acrítica, sin analizar las bondades y/o limitaciones que tal propuesta encierra. El propósito de este artículo, por consiguiente, es reflexionar en torno a las fortalezas y debilidades que dicha incorporación provoca y en los posibles riesgos sociales que la asunción de dicho modelo puede generar en las instituciones formativas y, por consiguiente, en los futuros profesionales.