Una de las dimensiones más importantes del impacto de la globalización en las políticas
y prácticas de la educación ha sido el aumento de las mediciones comparativas a gran
escala del desempeño de los sistemas de educación nacionales. En este artículo, mi
argumento es que más que este desarrollo haya respaldado y promovido un debate
respecto de la buena enseñanza, estas mediciones han reemplazado las preguntas
normativas sobre las orientaciones y logros educacionales deseables con preguntas
técnicas sobre la producción eficaz de un conjunto particular (y con frecuencia
delimitado) de resultados educacionales. Por un lado, apunto a contribuir a
la comprensión de por qué se ha dado esta situación, y aquí destaco en particular
un cambio desde un enfoque sustancial y democrático a un enfoque técnico y
administrativo respecto de cómo se considera la rendición de cuentas en la educación.
Por otro lado, brindo parámetros para una discusión más explícita que se centre en las
preguntas acerca de qué se busca obtener en la educación, no con el fin de especificar
de una vez por todas lo que es o debería ser la buena enseñanza, sino más bien para
facilitar un debate más sofisticado, variado y reflexivo acerca de cuáles podrían ser los
parámetros de una buena educación en escuelas, colegios, universidades y en otros
entornos e instituciones de educación.